martes, 20 de mayo de 2008

Brevísima Historia del Cuerpo I

Pensar en la historia del cuerpo es pensar en la civilización material que lo hace posible, es pensar en los modos de hacer y sentir, en las técnicas disponibles y en la lucha de los elementos. Más allá de la realidad biológica del cuerpo se encuentran los dispositivos a través de los que interpretamos sus significados: los prejuicios, las ideas preconcebidas, los temores, los deseos, los anhelos, las fantasías, las ambiciones, los recuerdos... Con las formas de experimentar lo sensible, con las formas de relacionarse. Las formas en que concebimos el cuerpo ha cambiado según las tradiciones, la civilización, los usos, la religión, las sectas, las clases sociales, las subculturas, la tecnología...


Pensemos, por ejemplo, en la diferente visión que Occidente y Oriente tienen del cuerpo. Para Occidente, a partir del Renacimiento principalmente, el cuerpo es representado como una suerte de maquinaria donde se encuentran superpuestos los músculos, las venas y arterias, los nervios y los huesos. Se trata de una visión anatómica. Mientras que en Oriente, en la tradición de la acupuntura china, el cuerpo carece de músculos, huesos y sistema circulatorio. El cuerpo es representado como una sucesión de energías invisibles que vienen del interior y contribuyen al bienestar y la salud. Aquí, el cuerpo es reflejo de otra realidad.


Históricamente los distintos pueblos y civilizaciones se han representado el cuerpo como parte del cosmos, como lazo de unión con los dioses y la naturaleza. Para los aztecas y mayas la práctica del sacrificio humano era necesaria para entrar en contacto con sus deidades su averiguar sus designios o para apaciguarlos. Mientras que para el derecho medieval el desmembramiento de los criminales en la plaza pública, a pesar de ser cristianos, estaba permitida porque se consideraba que el criminal se había puesto al margen de la sociedad al romper el pacto social entre los hombres, es decir, se había situado más allá de la comunidad de los hombres y sus normas de convivencia.


En la Grecia clásica el cuerpo era visto como una experiencia estética, la desnudez era vista con dignidad y no como algo vergonzoso. Cultivar el cuerpo y sus destrezas era parte de la educación masculina, educación expresada en las olimpiadas y las artes. Tan importante era la estética del cuerpo que aquellos considerados como deformes o inferiores eran estigmatizados, incluso expulsados de la comunidad o se les daba muerte, entre ellos a los deformes físicos. Los esclavos, principalmente los negros, eran representados como seres próximos a la animalidad, con un sexo enorme y casi idiotas de intelecto (proceso del que surgiría la creencia contemporánea en el tamaño desmesurado del pene de los negros). Por el contrario, las estatuas griegas suelen presentar a los hombres con un pene pequeño, símbolo de civilización al no dejarse llevar por sus instintos animales. Esta presentación del pene no contradice en lo más mínimo las fiestas carnales, en particular las Dionisias. Festividades en las que se rendía culto al pene, la faloforia, que hoy causarían escándalo y asombro. En estas celebraciones la presencia de estatuas y representaciones de falos eran completamente normales así como las orgías, el lesbianismo y la homosexualidad. Comportamiento al que debemos mucho de nuestra idea actual de hedonismo como búsqueda del placer, de la satisfacción, de evitar el sufrimiento.

También a los griegos debemos los signos del zodiaco, la influencia de las estrellas en la vida de los hombres en el día de su nacimiento "marcándoles" para toda la vida. De acuerdo a esta creencia son los signos zodiacales los que en adelante orientarán nuestros gustos, personalidad, la empatía con otras personas y servirán como guía para las acciones futuras. Otros pueblos que también vieron en las constelaciones un vínculo con el mundo terrenal fueron los babilonios y los chinos, pero con interpretaciones totalmente distintas a la de los griegos.

Con el advenimiento de la sociedad medieval asistimos a un desprecio por la carne, al cuerpo, que será visto como soporte y prisión del alma. Para la ideología cristiana lo que importa está en el interior; el espíritu. El cuerpo es transitorio y corruptible, medio a través del cual se mancilla al espíritu.

El Medievo conoció la práctica generalizada del ascetismo a través de prácticas como el ayuno, la auteridad, la mortificación de la carne, la penitencia y las privaciones de los placeres, prácticas encaminadas a la búsqueda de la perfección moral. Figuras que fueron abundantes en dichas prácticas lo fueron lod anacoretas, los ermitaños, los flagelantes, los monjes y los penitentes (que por sus privaciones nos recuerdan a otras figuras como los yogis y fakires).


Las hagiografías de los santos están llenas de historias y anécdotas en las que la penitencia y el sufrimiento de la carne conducirían a la limpieza del alma, a la enteresa moral. En épocas de ayuno, incluso, limpiar el cuerpo era sinónimo de mancillar el alma. La filosofía cristiana dominaba en la visión de los cuerpos. De esta época nos viene la jerarquización de las partes corporales en "nobles" y "vergonzantes", que tenían sus correspondientes prácticas. Las partes nobles eran aquellas que eran consideradas como más limpias y cercanas a Dios, al cielo: la cabeza, las manos y el corazón. Por contra, las partes vergonzantes eran las "sucias" y más próximas al mundo terrenal: los pies y las partes sexuales de hombres y mujeres. También se creía que las deformaciones físicas y las convulsiones epilépticas eran un castigo del cielo o el precio a pagar por mantener comercio con instancias malignas.


Se trata de una sociedad que aún no conoce la influencia de los virus, bacterias y gérmenes y se explica las enfermedades por el miasma (el aire fétido) y el desequilibrio en los líquidos que, se creía, gobernaban el cuerpo: sangre, sudor, bilis, orines y vómitos. De ahí que fuera frecuente realizar sangrías, para restablecer el equilibrio interior eliminando el exceso de "malos" líquidos. Estas representaciones del cuerpo y su funcionamiento determinaban no pocas cosas, entre ellos lo limpio y lo sucio, la sano y lo impuro, las prácticas y los gustos, las enfermedades y los remedios. La interpretación era básicamente moralizadora.

El fin de la sociedad caballeresca y el inicio de la sociedad cortesana marcará el proceso de la civilización que acompañará a Occidente en los siguientes siglos. Las cortes inician el control de las manifestaciones placenteras, corporales y las privatizan llevándolas a la intimidad, lo que a lo largo del tiempo supondrá la separación de la vida privada y de la vida pública, así como la disciplina corporal y sus maneras, etiqueta y comportamiento.


Con el Renacimiento la visión sobre el cuerpo vuelve a modificarse. Ahora la mirada es más "científica", gobernada por una concepción mecánica del cuerpo influenciada por las primeras vivisecciones de la época (aún prohibidas por la iglesia) que descubren los primeros órganos, músculos y sistemas del cuerpo humano. Visión que los lleva a comparar sus hallazgos con la mecánica y la física de su tiempo plasmada en relojes, fuelles, bombas, fuentes, engranajes y la hidráulica.


Es en esta época que la concepción medico-biológica iniciará su lento ascenso como concepción dominante sobre el cuerpo, entre otros motivos gracias a los trabajos del anatomista Andrés Vesalio, quien publica en 1543 De humani corporis fabrica (Sobre la estructura del cuerpo humano).


La Reforma protestante y la posterior Contrareforma católica crearán un contexto moralizador, acentuado por las pestes que acabarían con más de un tercio de la población europea. La vida es vista como algo transitoria, la vanidad es algo ridículo y la muerte está siempre cerca por lo que la vida debe ser vivida con sobriedad y moral recta.


La época es un sinónimo de penuria permanente, hambruna, guerras constantes, alimentos escasos y bienes materiales escasos. Varias familias podían llegar a compartir la misma casa, junto con las bestias, en las posadas de los caminos las camas se alquilaban a más de un inquilino a la vez, no era extraño que individuos desconocidos compartieran el mismo lecho nocturno... lo que motivaba la vigilancia colectiva en torno a los comportamientos sexuales. Tanto el naciente Estado como la Iglesia veían en el sexo como algo potencialmente peligroso para la seguridad colectiva, de ahí su preocupación por legislar sus prácticas y delimitar las prohibiciones. El sexo solo era legal cuando se destinaba a la procreación, e ilegal si se buscaba el placer.

La mujer era vista como un "hombre imperfecto", gobernada por sus pasiones antes que por su intelecto, de ahí su peligrosidad potencial para con la sociedad. Muchos de los crímenes sexuales de entonces siguen siendo los mismos que los de hoy día, pero sus contenidos y formas de ser concebidos han cambiado con el tiempo. Entre los crímenes sexuales que han desaparecido en las legislaciones actuales se encuentran los contra-natura (el sexo anal, lesbianismo, "desviaciones", zoofilia) y, entre los peores, el sexo con demonios y "monstruos" (como los castrati).


Los siglos XVIII y XIX sentarán las bases del canon occidental de belleza. Recordemos que era una sociedad profundamente estratificada y la clase burguesa, ya para entonces convertida en la clase dirigente, impone sus pautas de distinción y clasificación. También son los años que marcan los inicios de las primeras prácticas de salud pública, la tecnología cobra un importante protagonismo social, los trasportes aceleran los intercambios comerciales, aumenta la producción de alimentos, así como su calidad y disponibilidad.


El acceso a la ropa, a los alimentos, a la salud y a la ciencia cambiarán la idea, la concepción sobre los cuerpos. Si bien el capitalismo explota a los obreros su fuerza de trabajo las luchas obreras le extrajeron al capital las conquistas laborales; mejores habitaciones, fin de semana, jornada laboral, prestaciones, vacaciones, etc. Es decir, un aumento en las posibilidades de recreación y consumo de las masas obreras y asalariadas...